viernes, 28 de noviembre de 2008

El poeta y la sociedad


El artista de la palabra en la historia. El poeta en la ciudad. El artista y su eco y viceversa: el artista como eco de un pueblo y el pueblo como eco del artista; es decir: ¿el poeta crea sólo poemas o algo más?, ¿qué son pues los mitos en que basamos nuestros sistemas de pensamiento?, ¿qué es todo este contexto simbólico llamado lengua madre?

La palabra no cae del pensamiento de un solo individuo como fruta madura, tampoco de los objetos a que designan. La palabra nace de la experiencia común de los hombres unidos por el trabajo. Cuando los hombres dicen “sol”, no se refieren al sol que están viendo un viernes a la siesta entrando por la claraboya mientras se pegan una ducha: es ése sol, el de ayer a distinta hora, el sol de los judíos atravesando el desierto, el sol de Rembrandt, el sol de Borges ciego, el sol de los ciudadanos de al lado, el sol de un astronauta... Cada palabra es una infinita multiplicidad de seres, cada palabra agota en sí misma los infinitos estados de un cuerpo o de un concepto. Cada palabra es metáfora inconsciente, surgida en la comunidad.

El trabajo del poeta es crear metáforas deliberadas. Para ello toma de la palabra social esa cualidad múltiple, eso que la hace estallar de significados. La poesía es tan primitiva como el hombre moderno; la prosa es tan reciente como las instituciones. La prosa, sobre todo el ensayo, comprime el significado hasta unificarlo, de lo contrario las instituciones científicas, religiosas, sociales se vendrían abajo. La plurisignificación en un ensayo es confusión, oscuridad; en poesía es éxtasis, claridad inenarrable.

La poesía le devuelve a la palabra su estado salvaje.

El poeta, pequeño dios, crea a partir de la experiencia y de la palabra que la nombra. Un Dios con mayúscula crea a partir de la Nada; el poeta, dios creado, crea a su vez mundos dentro de mundos. Como dice Octavio Paz, una guerra heroica, una disputa familiar, un desengaño amoroso pueden estar tranquilamente en el pequeño mundo del poeta; él los toma y los hace canción, y a través del ritmo esa experiencia se repite durante una eternidad, para que otros hombres vivencien a Aquiles, a Edipo, a Dante.

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